Inevitable tararear: «qué profunda emoción recordar el ayer cuando todo en Venecia me hablaba de amor…» La voz y la cadencia de Charles Aznavour es la banda sonora de esta ciudad, como lo son los carnavales, los vaporettos y las campanas de las iglesias que suenan por toda la ciudad. Venecia es en sí misma inevitable. El decorado perfecto. El sí quiero. El milagro de los pilares bajo el agua. El laberinto de calles. La belleza absoluta.

El Gran Canal de Venecia sobre estas líneas. Y abajo, la poderosa imagen de la ciudad desde el Campanile. A vista de pájaro no se distinguen las más de cien islas que conforman Venecia. Los canales se pierden entre las fachadas.

No es barato un paseo en góndola, pero uno se siente Casanova. Abajo, los restaurantes al borde de los canales.

«…ante mi soledad, en el atardecer, tu lejano recuerdo me viene a buscar. Qué callada quietud, qué tristeza sin fin, qué distinta venecia si me faltas tú. Una gondola va cobijando un amor. El que yo te entregué dime tú donde está.»