Algo tiene Nueva York que da igual las veces que la veas, siempre consigue atraparte. Ya lo decía Woody Allen, «ésta es una gran ciudad, no me importa lo que opinen los demás, ¡es tan extraordinaria!» Nueva York nunca es la misma, quizá porque nunca duerme. Para contemplar la belleza de esta ciudad es mejor alejarse. Admirar esos perfiles que llamamos skyline. Lo dijo Ayn Rand: “La Línea del horizonte de NY es un monumento de esplendor al que pirámides o palacios jamás podrán igualar”.

Gracias al cine hemos crecido con las imágenes de una ciudad donde todo es familiar. Nos suenan sus calles, sus rascacielos (foto realizada desde la planta 86 del Empire State Building), sus taxis, sus coches de policía, sus camiones de bomberos, las escaleras de incendios, los respiraderos de metro, los carritos de perritos o las bocas de riego.

A las calles de Wall Street le llaman también el Gran Cañon porque imita las montañas recortadas. Esta es la calle más famosa del planeta, donde está la bolsa de NY.

A la izquierda asoma la nueva parada de metro de la zona Cero de NY, diseñada por Santiago Calatrava.

Brooklyn. El puente fue inaugurado en 1883 y se convirtió en el puente colgante más largo del planeta y el primero suspendido por cables de acero, todo un adelanto de la ingeniería. Aquí, afortunadamente, están prohibidos los candados del amor. Un kilómetro y medio de largo, toda una experiencia para pasear de un lado a otro.